Pedro Flores  

Los libros de texto gratuitos creados el 12 febrero de 1959, por el presidente Adolfo López Mateos, nos dan una idea idílica de nuestros héroes, aquellos que forjaron la patria en la que hoy vivimos, pero dejan a un lado las recias personalidades de gente como Ignacio José de Jesús Pedro Regalado de Allende y Unzaga, quien trató de envenenar Miguel Gregorio Antonio Francisco Ignacio Hidalgo-Costilla y Gallaga Mandarte Villaseñor, mejor conocidos como Ignacio Allende y Miguel Hidalgo.

Eran dos personalidades diferentes, Allende, militar de carrera, en octubre de 1795 fue designado como teniente del regimiento de dragones de la reina, para luego ascender a capitán de las milicias virreinales, aficionado a los aperitivos, a las damas y a los toros, fue el primer “Forcado” mexicano y algunos historiadores lo han llamado “El Primer Soldado de la Patria”, pero en el fondo enemigo del régimen.

Miguel Hidalgo, era un sacerdote católico estudioso y conocedor de la cultura de su tiempo, polémico en las charlas, de carácter alegre, preocupado por ayudar a los débiles e ignorantes, entendía muy bien las condiciones sociales de su tiempo, llevó al bajío la alfarería, la orfebrería, criadero de gusanos de seda y la confección de rebozos, además de que se le atribuyen 5 paternidades.

Las diferencias entre ambos comenzaron desde el inicio del movimiento, que inicialmente no era totalmente independentista, sino que, según algunos historiadores como Alberto Gloria, el cronista de Dolores Hidalgo, el objetivo principal de la conspiración era crear una Junta que gobernara de manera autónoma a nombre del rey de España, Fernando VII.

Pero nunca falta un traidor y este fue José Mariano Galván, quien participaba en las tertulias de Querétaro y denunció ante las autoridades españolas que existía un movimiento de independencia y que los conspiradores contra la corona eran encabezados por el párroco de Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla, y que todo estaba listo para levantarse en armas y tomar la capital del virreinato a principios de octubre de 1810.

De lo anterior se entera María Josefa Crescencia Ortiz Téllez Girón, mejor conocida como la Corregidora Josefa Ortiz de Domínguez, de quien se rumora que uno de sus 12 hijos era de Allende, y da la voz de alerta. Inicialmente se habló de que Ignacio Allende encabezaría la rebelión, pero, al descubrirse la conspiración, Juan Aldama fue el encargado de dar aviso a otros líderes criollos como Miguel Hidalgo quien se adelantó con el Grito de Dolores.

Ignacio Allende se alineó a las tropas de Hidalgo, entonces capitán general del ejército insurgente y fue teniente General, o sea lo degradaron de capitán a teniente. Y ahí comenzaron las diferencias, ya que el militar quería formar un buen ejército e Hidalgo incluyó campesinos y criminales mal armados argumentando que en ese momento era un mal necesario que no sólo había que sostener sino agradecer.

Las dificultades siguieron al tomar San Miguel El Grande, señala la historia que, Allende se disgustó seriamente con Hidalgo, porque no se oponía ni evitaba el saqueo que llevaban a cabo sus tropas, en casas de españoles además le molestaron las matanzas en Guanajuato.

Allende en una carta enviada el 20 de noviembre de 1810, le jura venganza a Hidalgo: “… juro a usted, por quien soy, que me separare de todo, más no de la justa venganza personal’ Esta frase en buen romance, encierra claramente una amenaza punible. Estas cartas anticipan la inminente ruptura entre Allende e Hidalgo y exponen el marcado interés de Allende por deshacerse del cura, para suplantarlo en el liderazgo.

Luego de la derrota del Puente de Calderón, en la hacienda de Pabellón, en Aguascalientes, Allende cumple, su propósito, al despojar sin formalidad alguna, a Hidalgo del mando y mantenerlo en calidad de detenido, con vigilancia extrema y con orden de matarlo, en caso de que pretendiera huir.

Indalecio Allende Herrera, hijo de Ignacio Allende y Antonia Herrera, quien relevó al cura Hidalgo, cuando su padre lo despojó del mando de los insurgentes,  no supo cumplir en tres ocasiones los deseos de su padre, ni en Guadalajara ni en otros puntos, cuando con tres diversas bebidas, trató de envenenar  al cura Hidalgo, bajo la orden: mata ese cabrón bribón del cura.