Bernardo López

La inflación de precios que afecta a la población mundial es un fenómeno realizado de manera deliberada y de intenciones políticas, más que un evento con un origen económico imprevisto, ligado al conflicto entre Ucrania y Rusia, las exportaciones de trigo, gas y petróleo.

Este fenómeno, en términos económicos, se define como una elevación continuada de los precios de las mercancías, o también se puede definir como la pérdida de valor del dinero, es decir, si hoy con 20 pesos compras un kilo de jitomates, mañana lo comprarás por 25 pesos, con un aumento de cinco pesos.

Los precios de las mercancías fluctúan también dependiendo de la cantidad de unidades existentes en el mercado, o, dicho de otra manera, si hay escasez de un producto, este tiende a elevarse su precio, en cambio sí hay una cantidad abundante, su precio desciende, como el caso de la producción de plátanos en Veracruz, la cual se pudre en el suelo.

Es extraño este fenómeno de la inflación, que comenzó este año y podría es parte de una trama bien elaborada, debido a que hay elementos que se pueden relacionar, y contradicen lo que muchos análisis afirman, que el conflicto entre Ucrania y Rusia desencadenó la subida de precios.

Primero tenemos el índice de masa monetaria, conocido como M1, el cual no deja de crecer, se continúa con la inyección de dólares sin que este haya sido producto de un intercambio comercial: primer elemento de la inflación, con una cantidad abundante de esta mercancía-dinero, pues al haber más dólares, este tiende a perder su capacidad de adquisición.

En segundo lugar, durante los últimos meses se han registrado al menos diez extraños siniestros, causados por incendios, en unidades de procesamiento de alimentos en Estados Unidos, relacionados con la producción de carne y otros productos. Muchas de estas instalaciones tenían capacidad para suministrar más de cinco por ciento de las necesidades alimentarias de este país.

En el caso de México, este se ve arrastrado por el aumento de precios de los alimentos y de una dependencia alimentaria con Estados Unidos, pero, también por erradas políticas agrícolas que se impusieron desde la desaparición del ejido, con la reforma constitucional de 1992.

La política desde ese entonces fue desarraigar a los campesinos de sus tierras, para convertirlos en migrantes económicos y restarles soberanía individual. Se emprendió toda una campaña para desprestigiar el estilo de vida del campo -que aún perdura- pues el objetivo es desaparecer la vida rural, para que las tierras sean aprovechadas por latifundistas, que prefieren producir alimentos para la exportación -por ejemplo, el aguacate- y dejar de lado la visión que procure la soberanía alimentaria del país.

Ahora se tienen que importar grandes cantidades de maíz transgénico, con la consecuente cuota del alza de precios, para cubrir las necesidades de consumo de la población del país, a pesar que en México existen una gran variedad de especies de este cereal.