David Hidalgo
Las mujeres y hombres medicina de México son esos sabios que debemos de honrar y tratar con respeto, ya que son ellos quienes a través de siglos han preservado un valioso cúmulo de prácticas y conocimientos sobre el cuerpo humano, las interacciones sociales, la convivencia con la naturaleza y con los seres espirituales, basados en cosmovisiones sobre la armonía e integralidad planetaria.
Son las mujeres y los hombres medicina quienes contribuyen a la atención primaria de la salud en las 68 comunidades indígenas que existen en nuestro país y, también son ellos quienes con toda esta sabiduría milenaria han permitido la práctica de lo que hoy se conoce como medicina tradicional; sin embargo, esta semana en el Senado de la República se corre el riesgo de que todo este conocimiento ancestral quede en manos de la iniciativa privada, violando los derechos de nuestros pueblos originarios, al pretender reformar y adicionar diversas disposiciones de la Ley General de Salud, en materia de medicina tradicional y complementaria.
Este es el problema, ya que, desde su origen, el decreto que discutirán en breve los legisladores, confunde los términos medicina tradicional, medicina tradicional indigenista y medicina tradicional complementaria, considerando como una sola práctica a tres, que en esencia son muy distintas.
Analicemos cada una:
La medicina tradicional, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) con aquellas “prácticas, enfoques, conocimientos y creencias sanitarias diversas que incorporan medicinas basadas en plantas, animales y/o minerales, terapias espirituales, técnicas manuales y ejercicios aplicados de forma individual o en combinación para mantener el bienestar, además de tratar, diagnosticar y prevenir las enfermedades”.
Mientras que, ancestralmente, la medicina tradicional indigenista es reconocida como el “sistema de conceptos, creencias, prácticas y recursos materiales y simbólicos destinados a la atención de diversos padecimientos y procesos desequilibrantes, cuyo origen se remonta a las culturas prehispánicas”, concepto que puede llegar a ser discriminatorio y que no se alinea a la estrategia de la OMS sobre medicina tradicional y complementaria.
Lo que, si es correcto, destacar la importante labor que han realizado para preservar este conocimiento ancestral, de generación en generación; permitiendo que su uso continue vigente en nuestros pueblos originarios, representando un recurso fundamental que nos permite tener el control de la salud en nuestras manos.
Y, la medicina tradicional complementaria, que ha sido definida por la OMS como aquella que comprende un amplio grupo de prácticas sanitarias que no forman parte de la tradición de un propio país, o no forman parte del sistema sanitario prevaleciente, pero que, por su eficacia en beneficio de la salud su uso se ha extendido, de tal manera que es esta práctica la que debe profesionalizarse, y no la medicina tradicional indígena, y es precisamente quitar la palabra “indígena” a la minuta.
En México nuestra tradición no puede certificarse, exponiendo nuestros usos y costumbres a la voracidad de la iniciativa privada.
Debemos defender y promover leyes y contextos y reglamentaciones que honren y dignifiquen a los verdaderos sabios, esas mujeres y hombres medicina que durante siglos nos han mantenido sanos con ese conocimiento ancestral que han custodiado generación tras generación.
#TradiciónSinCertificación es una propuesta pro-defensa de la medicina tradicional que iniciará esta semana para exigir a los legisladores que se omita del decreto la palabra “indígena” o “indigenista” y evitar la violencia a los derechos humanos individuales y colectivos de los pueblos originarios, derechos reconocidos desde hace más de 20 años.