David Eduardo Hidalgo Ramírez 

México es “uno de los cuatro países con la tasa más alta de cesáreas innecesarias”, afirmó el subsecretario de salud Hugo López-Gatell Ramírez, “…cesáreas que se practican en condiciones diversas, pero que en general son desfavorables para la salud de la madre y no en pocas ocasiones también de las personas recién nacidas”. Además de que la practica indiscriminada de cesáreas representa una acción deshumanizante que se ha convertido en un verdadero problema de Estado, al que se la ha llamado violencia obstétrica. 

Un estudio publicado por la revista médica The Lancet, destaca que, a nivel mundial, durante los últimos 15 años la realización de cesáreas se ha duplicado; mientras que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado del exceso en el empleo de este procedimiento quirúrgico indicado solo en casos de partos complicados. 

La violencia obstétrica representa una violación al derecho humano de llegar a esta dimensión permitiendo que la naturaleza continúe su curso; desde un enfoque de los derechos a la salud, un parto por cesárea es una práctica deshumanizante que va dejando en el pasado el empleo de técnicas de relajación y manejo de la respiración para una correcta gestión del dolor que permiten que la madre logre un empoderamiento real, justo en ese momento en el que se crea una nueva vida.  

El parto natural debe de dejar de ser visto como un acto de valentía y recobrar esa magia que tenía en el pasado. Por ejemplo, en la cultura maya, la comadrona era la encargada de examinar y aconsejar a la mujer embarazada de la alimentación y rituales de higiene que debía de realizar para llevar su embarazo a buen fin. 

Hasta la fecha, en muchas comunidades rurales de nuestro país, los saberes ancestrales en la atención del embarazo, el parto y el puerperio han sido transmitidos intergeneracionalmente; sin embargo, pese a que la partería forma parte de este valioso legado cultural e histórico, se carece de los apoyos necesarios que permitan a las parteras mexicanas ampliar su área de acción para que contribuyan a la reducción del número de cesáreas innecesarias 

Las ciencias médicas han olvidado la gran relevancia que tiene para un individuo el momento en que deja el útero materno y poder continuar su desarrollo como ser humano. En la cosmogonía maya, este esfuerzo en el que se conjuntan las energías de la madre y del bebe, representa ese momento en el que se enciende “la chispa de la vida” que se alimenta del esfuerzo, que tanto madre como hijo realizan durante un parto natural; además, de la importancia que debe tener para la familia, el lugar en donde se registre este alumbramiento. 

Una cesárea es violencia obstétrica innecesaria, ya que limita esta conexión energética; lo que ha sido considerado el origen de niños cohibidos, tímidos o pusilánimes; sin interés ni fuerza de voluntad para proyectarse en la vida. Adicionalmente, durante el parto, la participación del progenitor es indispensable, él es quien debiera recibir, abrazar y besar al bebe, como alguna vez sucedió, sin que ello representará riesgos sépticos, como actualmente se argumenta.