No hay amor que no comporte sufrimiento 

No hay amor en el que uno no se lastime 

No hay amor en el que uno no se marchite

Louis Aragon

Aleinad Mina

En el arte visual podemos encontrar una manera particular de figurar el mundo, en la que el artista modela una idea labrada en metáfora para comunicar su manera de concebir el mundo. El arte no sólo tiene la posibilidad de transmitir sentimientos también podemos encontrar un acervo de ideas que reflejan una cultura particular, nociones que aparecen constantemente en el imaginario colectivo, ideologías y perspectivas que florecen en imágenes. Nos interesa sondear aquellas obras que manifiesten el contraste que hay entre Eros y Tánatos, una dualidad constante en el pensamiento occidental que en ocasiones es opuesta, pero en muchos casos deseo y destrucción, forman una dialéctica complementaria cuyo movimiento no es excluyente. Vamos a descubrir mediante obras artísticas las nociones que subyacen de erotismo y destrucción, desde su contraste.

Eros y Tánatos son dos figuras mitológicas de la antigüedad clásica, que personificaban el deseo sexual y la muerte tranquila. La relación entre Eros y Tánatos es una idea presente en la literatura, filosofía y plástica ya desde el Renacimiento, pero toma mayor popularidad con las ideas de Sigmund Freud. El psicoanalista describe el conjunto de pulsiones que tiene el ser humano en dos tendencias antagónicas, por un lado, las pulsiones de Eros que refieren a la autoconservación, vitalidad, deseo sexual y por otro, la pulsión de muerte cuya tendencia es que todo lo vivo retorne a su estado inerte, muy comúnmente, es nombrada Tánatos. La manera de ver estos principios como antagónicos es moderno, pues las mitologías no ponen en tensión muerte y deseo, además muchas veces el deseo va acompañado de tintes trágicos vinculados a la destrucción y lo mortal.

Aunque hay una gama de erotismos, nos centraremos en las obras clásicas de la coquetería sexual y la sensualidad. Una de las obras más famosas de Francisco de Goya, La maja desnuda (1800) una mujer recostada desnuda mirando con audacia y provocación al pintor, una obra atrevida y polémica para su época por el grado erótico del cuadro. Athenais (1908) del pintor John William Godward, retrata a una mujer semidesnuda con un vestido rojizo transparente que contrasta con el cielo de Atenas, es una obra explícita que aborda la sensualidad y la seducción. La Venus del espejo (1651) de Velázquez una obra en la que diversos elementos simbólicos complejizan la obra, el amor representado en Cupido eclipsado por la belleza Venusina. Cada una de estas obras acompañan el deseo puesto en la carne, que satisface el placer, y conectan con lo erótico desde lo visual.

La ausencia de luz, en la que no se percibe nada, es el escenario de la oscuridad, colores de luto, de fragilidad y duelo. Una melancolía dulce que presenta el final, pero al mismo tiempo es una sublimación de la vida, como en lo abyecto que ésta presente en la crucifixión de Cristo, el Santo Entierro (1604) pintado por Caravaggio muestra a Cristo muerto con una luz enfocada a su cuerpo, en contraste con la oscuridad de la escena que presenta una total aflicción. John Everett Millais en su obra Ofelia (1852) representa la trágica muerte de Ofelia la amada de Hamlet, quién yace muerta en un río de aguas oscuras y letales adornada de florecitas. Pablo Picasso con el Guernica (1937) pinta los terribles sufrimientos de la guerra civil española, es también, una obra que conecta con lo despiadado y fúnebre de una sociedad bélica.