Aleinad Mina
Los colores son un gran espectáculo que nos llevan a paisajes de equilibrio, vacío, abismo o armonía, contemplar un color determinado o estar en contacto con este, tiene un efecto directo en nuestros estados internos. Están cargados de una riqueza simbólica, que ha sido explorada desde lo real hasta lo imaginario; con interpretaciones distintas, según lo propio de cada cultura. Un campo del arte visual ha tomado como expresión máxima el color; nos vamos a ocupar de su poética en su cenit, representado principalmente en la obra de Hilma af Klint y de Yves Klein.
Diversos artistas han tomado la esencia del color como modo de expresión, desde el arte monocromo hasta movimientos de arte abstracto han sido fuente de esta experiencia colorista. Se trata de un arte conceptual cuyo significado se relaciona principalmente con los materiales empleados, además de coqueteos con la espiritualidad, el misticismo, las matemáticas o la inmaterialidad.
Goethe, en su Teoría de los colores, menciona que los colores “son actos de la luz; actos y padecimientos”, además que “todo color para mostrarse, presupone una fuente luminosa situada detrás de él. De ahí que cuanto más claros y brillantes son los fondos tanto más hermosos son los colores.” De esto me parece relevante rescatar la intencionalidad del artista, pues el acto, el padecimiento o lo brillante, se da según el concepto que instala cada artista. Cada artista encapsula su universo de manera particular en el lienzo.
Hilma af Klint tuvo una sensibilidad distante a la manera común de percibir el mundo. Fue pionera del arte abstracto, sus obras primeras obras se sitúan en 1896, con las técnicas de dibujo automático se anticipó incluso al movimiento surrealista. Sus obras presentan lo múltiple encuadrado en la armonía de la unidad, en una perfecta armonía Klint trazó el equilibrio entre geometría y color sobre un edificio espiritual. En un lenguaje geométrico, pero con un profundo manejo del color, conceptualizó su experiencia espiritual de existir en un territorio esotérico. Entre sus obras se encuentra What a Human Being Is (1910), Svanen, Nº 17 (1915), Altarpiece No. 1, (1915).
Uno de los artistas más importantes del arte monocromático es Yves Klein, perteneciente al nuevo realismo de los años sesenta. Llevó al límite la abstracción del monocromo con el famoso azul Klein, va desde la aparente simplicidad hasta un trasfondo teórico que suele causar esa dialéctica tan presente en el arte entre lo polémico y lo que gusta. Sus obras presentan una textura que se inserta en lo más puro e inteligible de la materia, aunque es muy variada, nos vamos a centrar en sus monocromas, entre los que destaca el azul, el rosa y el dorado. Klein buscó alejarse de lo seco del óleo y encontrar la intensidad del pigmento puro. Con ayuda del químico Eduard Adam crearon el pigmento azul Klein. Menciona Klein “Al principio no hay nada, luego hay un profundo vacío y después de eso una profundidad azul”. El azul ultramar de Klein representa el ingenio de un muchacho que hizo suya la intensidad y profundidad del cielo. Así cada que se contempla un Klein se visualiza el abismo celeste.