- Las malas palabras de esta semana tienen que ver con lo que es PRIMITIVO, aquello que fue primero y que no tiene origen en otra cosa, que no ha evolucionado, que no está organizado y se encuentra en estado natural
Marta Obeso
La semana pasada mexicanos civilizados actuaron de manera SALVAJE y BRUTAL como respuesta a la VIOLENCIA e INSEGURIDAD que impera en nuestro país.
En Huitzilac, Morelos, dos presuntos secuestradores fueron quemados vivos, luego de que los pobladores ENFURECIDOS decidieron hacer justicia por su propia mano, bañando de gasolina y prendiendo fuego a quienes debieron de haber sido juzgados por las autoridades.
En la localidad de Bajo Grande, en Omealca, Veracruz, un comando armado ACRIBILLÓ dentro de su vivienda a Tomasa Viveros y a su hija Paulina de 27 años, para secuestrar al esposo y padre de las víctimas, quien más tarde fue encontrado DECAPITADO cerca del río Moreno.
En la Ciudad de México elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana rescataron de ser linchados a dos sujetos que ASALTARON a una mujer a bordo de un taxi, luego de que el vehículo quedó impactado mientras la VÍCTIMA intentaba huir de sus agresores.
En un video difundido en redes sociales muestra como supuestos miembros de la banda delictiva “Los Tlalocs”, descuartizan vivos a 20 integrantes de Guerreros Unidos.
Sucesos indescriptibles que nos muestran la aterradora realidad, una realidad en donde la POLARIZACIÓN de la sociedad es alimentada por la INDIFERENCIA de las autoridades, abriendo paso a un salvajismo que nos hace añorar al ser primitivo, un ser sin malicias ni ambiciones más que la de subsistir y observar su entorno.
Estudios recientes aseguran que son los mismos DELINCUENTES quienes aprovechan la psicosis de las turbas enardecidas para desviar la atención y ASESINAR a sus víctimas en medio de la confusión, convirtiendo en cómplices a quienes se suman instintivamente a la ejecución de esta crueldad.
No obstante, la principal causa de este comportamiento BESTIAL es la CRISIS de autoridad en la que estamos viviendo, sin leyes justas, sin castigos suficientes para corregir a los delincuentes, sin esquemas de prevención, alimentado por la corrupción y la negligencia de quienes son responsables de propiciar el orden.
La frecuencia con la que aumentan los linchamientos en nuestro país, no es otra cosa una clara muestra del nivel de desconfianza y la lejanía que existe entre la sociedad y las autoridades, de la falta reiterada de la correcta aplicación y cumplimiento de nuestras leyes y, al igual que las violaciones, secuestros y robos, los linchamientos también son actos ilícitos, y son un claro reflejo de la grave situación de inseguridad e impunidad en la que vivimos.