La primera víctima de la guerra es la verdad.  

Hiram Warren Johnson 

Víctor Sánchez Baños 

El símbolo de la omega, no tiene fin. Las guerras seguirán mientras la humanidad viva en el egoísmo de apoderarse de lo que no trabaja.

Como reflexiona el filósofo alemán, Friedrich Nietzsche: La guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido.

Después de la solicitud de Andrés Manuel López Obrador, para que España pidiera perdón por la Conquista de México, he reflexionado sobre la idiosincrasia del ser humano de someter a tribus, aldeas, regiones y países enteros.

Desde que el homo sapiens quiso el camino más rápido para tener comodidades, arriesgo la vida para someter a otros homínidos de la prehistoria.

Sometió a las hembras de sus opositores y les robaba su alimentación e incluso los sacaba de las cuevas en las que residían.

Así en el paso de la historia, tanto en Europa, Asia y la América precolombina, siempre hubo un pueblo, una tribu o una nación que abusó de los débiles.

Esto no es para aplaudirse, pero forma parte de la idiosincrasia de los hombres y mujeres, desde que “salieron del Edén”, o desde que la evolución les dio el mínimo de razonamiento.

Por ello, al paso del tiempo, observamos que la petición de perdón a España, sería una locura histórica. España, como nación, no estaba conformada al momento del descubrimiento y apoderamiento de las tierras del Nuevo Mundo. Era reinos que aglutinaron los llamados Reyes Católicos, Fernando e Isabel.

Después apareció un reino que no sólo eran Castilla, Aragón y muchos más que ahora conforman España, sino que se agregaron el Sacro Imperio Romano Germánico, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, duque de Borgoña, soberano de los Países Bajos y archiduque de Austria. A todo ello, el Nuevo Mundo, la Nueva España.

Esto solo como un breviario histórico.

Ahora bien, en América el Imperio Azteca vivían en un mundo civilizado, pero con diferencias en la forma de hacer la guerra y someter a los pueblos vecinos. Las guerras para los europeos y asiáticos, era para matar a sus adversarios en el campo de batalla, para evitar cargar con los prisioneros.

Los aztecas y los pueblos de América, buscaban tener prisioneros para sacrificarlos a sus dioses en orgías de sangre y muerte. Un “poco” más crueles que los que llegaban.

Esto tenía hartos y temerosos a los habitantes de las regiones vecinas. Los toltecas, los chichimecas, los cholultecas, los texcocanos y las demás étnicas, ya no querían a los aztecas y solo temían a sus dioses. Esto, por espacio de dos siglos. Por ello, se unieron a los ibéricos para derrotar al poderoso del Valle de México.

Lo mismo pasó, con los incas, los mayas y otros poderosos imperios regionales.

La llegada de los españoles y los europeos a Norteamérica, no fue diferente. En Europa las dos grandes guerras, provocaron la sumisión de Alemania y la humillación de un gran pueblo. Además, Hitler asesinó a 7 millones de personas en una locura por el poder europeo; la mayoría judíos, gitanos y otras “etnias”. Nadie pidió perdón.

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