Hay puñales en las sonrisas de los hombres;  

cuanto más cercanos son, más sangrientos.  

William Shakespeare 

Víctor Sánchez Baños 

La palabra idiota, proviene del griego “idiotes” que se refiere a aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos. El antónimo de idiota es público. En el latín, significa “ignorante”.

Tras este breviario cultural, califico a la mayoría de alcaldes que dejan sus puestos en gobiernos municipales como “idiotas”.

Están interesados en sus asuntos privados. No ven más allá de sus intereses personales, cofradías, saqueo de las arcas públicas.

A diferencia del priismo, panismo, perredismo y otros “distinguidos” especímenes de la partidocracia que domina y ha dominado al país en la vida postrevolucionaria, ahora hay una nueva “virtud”.

Se trata del cinismo con que actúan quienes creen que por tener el 34% de los votos en las elecciones presidenciales del 2018, tienen la patente de corso (documento que una nación entregaba a delincuentes para atacar y saquear barcos y poblaciones de naciones enemigas) para saquear los recursos del pueblo.

Puedo citar medio millar de ediles y sus “chinicuiles” o chinicuil (gusanos rojos del maguey), que se enriquecieron y no dejan ni una engrapadora para el sucesor, quien tendrá que endeudarse para sacar adelante su administración.

Pero dejaré aparte la cultura popular, para enfocarme a los destrozos que realizan desde la estructura elemental de nuestro sistema político. Claro que los gobernadores no se escapan de los calificativos (aquí no sólo son descripciones objetivas), de ladrones, corruptos, abusivos, autócratas. También se van con las alforjas repletas de dinero y compromisos que cobran desde la comodidad de sus casas, aunque deberían estar en la cárcel.

Esta historia es la que lidiamos los mexicanos a través de los años; de los siglos. Nadie les pone freno, aunque vemos que sólo cuando caen de la gracia del presidente en turno, es cuando pececillos doraditos los sacan de su pecera de oro y los meten a prisiones de plata.

Este año, empiezan a dejar gobiernos municipales alcaldes y ediles, que llegaron tras las elecciones del 2018, que ganó Andrés Manuel López Obrador. La cobija obradorista cubrió a cientos de alcaldes que jugaron con la franquicia de Morena, sin importar sus orígenes.

Llegaron delincuentes probados, como secuestradores, rateros, corruptos. Aceptaron de todo. Incluso, hasta gente decente, pero estos eran los menos.

No nos sorprende lo que ocurrió. Era de esperarse. Alcaldes que llegaron a todos los municipios de Guerrero, Quintana Roo, Tlaxcala, Baja California Sur, Chiapas, Estado de México, Michoacán, Oaxaca, Puebla y Sinaloa.

Hoy, los pueblos de esos municipios, y en otros casos a consecuencia de los gobiernos estatales, sufrirán la mediocridad de los servicios públicos. Primero, a pagar las deudas, que dejaron los que se van y, después, a pedir prestado para pagar la burocracia y a comprar todo nuevo.

Este es el espiral que vivimos los mexicanos.

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