


Por: Marco Antonio Ortiz Salas*
Hace unos días, el presidente López Obrador anunció como meta sexenal un crecimiento de 4% en la economía nacional, así como el fin del neoliberalismo y es una buena noticia, sin duda, sólo que -lamentablemente- la promoción de la inversión requerida y el cambio de modelo económico no se hacen por decreto.
Romper con los viejos moldes de las políticas entreguistas de los últimos años, que sólo beneficiaron a los grandes capitales nacionales y trasnacionales, requerirá algo más que un cambio en la narrativa.
El modelo de desarrollo económico y político, conocido como neoliberalismo, que inició en México a principios de 1980, contrario a lo que se esperaba, no fue la panacea que nos vendieron y, por el contrario, agudizó la miseria y la desigualdad social.
La economía no ha registrado suficiente crecimiento para generar empleo e ingresos. Las condiciones de pobreza extrema y alimentaria son cada vez mayores en la población del campo y la ciudad, a lo que, desde hace dos sexenios, se han sumado la inseguridad y la violencia incontenible.
Estos resultados adversos del modelo económico actual no pueden ocultarse, sobre todo a raíz de la instrumentación de las llamadas “reformas estructurales”, como la del artículo 27 constitucional, la firma del TLCAN, y la instalación de un marco jurídico al servicio de ese modelo, que dio pie a la aplicación de políticas rurales con sesgo empresarial, monopólico y transnacional.
El gasto público orientado a un pequeño grupo de productores altamente capitalizados propició una pérdida sustancial de autosuficiencia y soberanía alimentaria, aumento del desempleo, la migración, pérdida del mercado interno y profundas desigualdades en el desarrollo regional.
Ya hace 25 años lo advertía Luis Donaldo Colosio: “Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada”. La economía, -decía el candidato incómodo para los saqueadores del país-, más allá de las metas técnicas, tiene que estar al servicio de los mexicanos.
Sus críticas a la tecnocracia y a las prácticas políticas que sólo perpetuaban las condiciones de desigualdad son retomadas ahora por el presidente López Obrador con la misma vehemencia del candidato priista asesinado.
El Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 representa el punto de partida para la elaboración del documento que definirá los lineamientos para lograr que el país crezca y, en este empeño, el rescate del sector agropecuario y los apoyos a los pequeños y medianos productores es fundamental.
El PND debe garantizar que en el centro de las políticas públicas estén primero los pobres, porque no se trata sólo de modificar el discurso y seguir con el status quo mezquino para considerar las necesidades de quienes menos tienen.
Las organizaciones que conformamos el Frente Auténtico del Campo (FAC), lo hemos planteado de manera reiterada. Ya no queremos que el mercado sustituya al Estado y, en este sentido, proponemos que los instrumentos de política pública se diferencien para potencializar sus impactos, buscando siempre que se promuevan bajo condiciones de justicia social que permitan a los actores el verdadero acceso a las oportunidades.
*Secretario General de la Coalición de Organizaciones Democráticas, Urbanas y Campesinas (CODUC)