Ivette Estrada
El talento no es herencia ni legado predestinado. No es un don de unos cuantos elegidos por deidades, es obra del trabajo deliberado, consistente y duro.
La ciencia avala tal afirmación: se requieren 10,000 horas para ser expertos en algo y sólo 20 para aprender algo nuevo. Esto es todos los quehaceres y campos del conocimiento. Si se quiere talento en cualquier área se debe trabajar en ello. La inspiración no es fortuita, es fruto de investigación, análisis, analogías, coincidencias y un mínimo factor eureka o serindipia. En el quehacer artístico también subyacen peligrosos mitos que nos impiden asumirnos como creadores.
Estos son las 10 ideas erróneas de la creatividad.
- Ser completamente original. Nada surge de la nada. Cualquier idea se conforma con ideas acumuladas en todos los tiempos y culturas. Mana de los registros akáshicos o cúmulo de sabiduría universal. Así, si a una idea se le suma otra produce algo nuevo. Para lograrlo basta intentar ser original, sino basarse en muchos artistas diferentes, inspirarse de muchos sitios distintos y mezclarlo todo para formar una obra propia.
- El autoconocimiento pleno es esencial para crear. En realidad, el arte no existiría si nos ciñéramos a esta premisa. “Se hace camino al andar” y cada obra devela algo de nosotros mismos, muchas veces inusitado o ignorado.
- Ceñirte a una obra admirable. Tal idea sólo acota las propias habilidades de manifestación. Conviene atreverse a crear y desarrollar lo que nos gustaría ver en el mundo, el libro que te gustaría leer, la escultura que te gustaría aprecia, la música que deseas oír.
- El arte se genera en la mente. Como todos los mitos creativos se desdeña la artesanía al asumir que se trata de un proceso mental y no “rudimentario”. Sin embargo, al utilizar las manos se extienden las posibilidades de lograr ese “algo” que acariciabas.
- Centrarse en el arte. Asumir que deben desdeñarse proyectos paralelos o pasatiempos es un error común. Se trata de actividades que pueden aportar a la obra principal y nutrirla de elementos nuevos.
- Sólo compartir las obras realmente buenas. ¿Y cómo se sabrá que lo son si no se exponen? Cuando se asume que cada obra de arte es una voz sobre lo que somos y deseamos manifestar se cae de manera automática el etiquetado maniqueísta de que sólo determinados trabajos pueden darse a la luz.
- La geografía nos controla. No importa donde se viva o las limitaciones sociales y culturales que existan. Un artista, y en realidad todas las personas, somos habitantes del mundo y sus diferencias y unicidades.
- Ser ermitaño, loco y poco accesible. Este estereotipo es el que más daña a quien pretende crear y compartir su visión del mundo y de la vida. Realmente, ser amable e intentar crear el mundo en el que se quiera vivir es algo muy poderoso para un artista.
- Diversión 7/7. Los artistas son aburridos y se ciñen comúnmente a una rutina. Es la única forma de sacar adelante el trabajo. Debemos asumir que el glamour y los viajes no son la constante.
- La obra maestra es fortuita. Esa es la idea más arraigada y equivocada que existe en el arte. Crear implica dejan ocio y concentrarse en lo que realmente se desea hacer.
Es posible que tales desmitificaciones borren para siempre el arquetipo milenario del artista y lo acerquen más a la verdadera magia, a la transformación que hacemos de materiales comunes para convertirlo en voz de lo que somos y deseamos en el mundo. Sin embargo, también permitirá que muchos nos acerquemos a crear expresiones y narrativas sin asumir que somos predestinados.