Sharahí Zamudio, experta e investigadora de liderazgo y consultora empresarial. Directora de una firma de soluciones integrales de comunicación.
Para enfrentar la actual volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad (VUCA) de México, los líderes gubernamentales y empresariales deben catapultar el talento de sus equipos de trabajo, una asignatura que sólo dominan tres de cada 10 servidores públicos y empresarios del país. Esto porque durante mucho tiempo se asumió que el éxito sólo era la suma de talentos individuales, no de trabajos coordinados y conjuntos.
La individualidad de los profesionistas genera duplicidad de funciones en las empresas, ambientes laborales tensos, huecos de gestión y resultados pobres en el desempeño.
La insuficiencia de resultados en áreas claves como la seguridad del país, por ejemplo, se explican por la cultura individualista en las corporaciones. En ellas se reclutaron profesionistas con brillo “propio” pero no impulsaron una cultura de apoyo, colaboración y participación en los objetivos globales. No sólo eso: desdeñaron destrezas ahora cruciales como la empatía y negociación. Eran equipos donde todos eran delanteros, no existían defensas, porteros ni nada. El juego de pelota se convirtió en una feria de vanidades.
¿Y ahora? Las condiciones del mundo y los mercados fuerzan un regreso a la alineación inicial: todas las posiciones resultan claves para ganar. Sólo que a muchos entrenadores se les olvidó cómo se trabaja en equipo. Esto se convierte en la falla número uno de los “líderes” en México.
No es fortuito: los programas de retribución y recompensa son individuales, las evaluaciones se centran sólo en una persona y las iniciativas como 360 en la que deben participar subalternos, compañeros y jefes no se emplea en la mayoría de las organizaciones. ¿Cómo gestionar un equipo de trabajo?
Existen siete principios básicos para generar la cohesión y colaboración, son las bases ideológicas del trabajo en equipo en cualquier empresa.
Principio Uno: Cada uno de nosotros es esencial para generar grandes cosas. Para acatar este principio debe gestionarse por proyectos e identificar el gran resultado final y lo que cada uno sumará para lograrlo. Es importante discernir las contribuciones tanto cuantitativas como cualitativas. La gestión no debe ser “lo mismo todos los días” sino marcar día a día los logros tanto en conjunto como individuales.
Principio Dos: Establecer la meta conjunta como lo más importante, no el desempeño individual. Todo debe enfocarse en el Gran Objetivo grupal, es decir, en el marcador final, no en sí hizo un buen papel en el campo de juego.
Principio Tres: El líder debe dejar muy claro que cada jugador tiene una posición única para anotar. Este principio tiene que ver con la necesidad que tenemos todos de visibilizar nuestros talentos, contribuciones y logros. Un líder es, esencialmente, un representante de cada talento de su equipo de trabajo. Estimular es el 80% de la labor de liderazgo.
Principio Cuatro: Entre mayores son los desafíos, más se necesita trabajar en equipo. El líder debe hacerles ver tanto lo logrado hasta el momento como las nuevas metas por emprender a partir de un momento dado. El incremento de desafíos impone mayor colaboración de cada uno de los miembros del equipo. El líder debe estimular los constantes retos de cada uno de sus colaboradores como una mística de trabajo y de vida.
Principio Cinco: Todos somos uno. Así, la fuerza del equipo es equivalente a su eslabón más débil. Esto implica que cada uno de los miembros del equipo debe ocuparse del crecimiento de cada uno y apoyar la gestión individual. Si la contribución que cada uno logra realizar aumenta, también incide en qué tan productivo y capaz es el equipo en conjunto. Un líder debe alentar la hermandad en su equipo de trabajo. De hecho, ésta debe ser prioritaria aún fuera de los proyectos de gestión.
Principio Seis: Vivir al límite. Cada instante cuenta. Aun cuando esté a punto de concluir el marcador, cada segundo es una oportunidad para anotar. El líder alienta la catalización, impulsa los resultados aun cuando falten segundos para concluir el juego. El líder es un vendedor de esperanza y su equipo actúa bajo la consigna de que nunca es tarde para crear proezas dentro y fuera del campo de juego.
Principio Siete: Tener una visión. Cuando se tiene una dirección, no importa lo que se atraviese en el trayecto, se llegará a la meta. El líder no dubita, sale al campo de juego con la convicción de ganar. Cada uno de sus jugadores saben que hay certidumbre en las decisiones y desde ese instante ya son triunfadores.