• Con López, será milagro que México se pueda recuperar

Miguel A. Rocha Valencia

Uno de los más soberbios funcionarios que conocí, decía refiriéndose a los medios: “que hablen de mí, mal, pero que hablen”.

Aplicaba la máxima: lo que ni está en medios, no existe. Así lo hace unos de sus más aventajados discípulos que hoy despacha en Palacio Nacional, quien ya lo superó y hoy se mantiene en la agenda pública aprovechando el espacio que le da el poder, en un símil del chavismo con su “Aló Presidente”.

Es decir, ocupar la agenda es lo importante, no necesariamente el mensaje por más locuaz que parezca y que con ello se exhiban ignorancias, debilidades, ilegalidades, se acuchillen honras impunemente o que algunos entierren los bártulos del periodismo.

Por eso lo de la rifa del avión, la charola de los tamales, el aeropuerto, refinería, tren y demás, son la materia, pero no el fin del mensaje, con el cual, el mesías nos dice “yo mando”, “este país es mío” y “las leyes se someten a mi voluntad”.

Entonces, a sabiendas que, si hablamos de López, para bien o para mal, le hacemos el “caldo gordo”, lo mantenemos en la “jugada”, lo seguiremos haciendo.

La idea no es que se caiga o deje el poder, sino exhibir quién es, un sujeto de inteligencia limitada, sin las capacidades para gobernar un país y que se mueve a base de ocurrencias, chantajes, amenazas y el desprecio por las instituciones y la legalidad.

Y que por eso el país está en quiebra, súper endeudado, improductivo, con crecientes importaciones de básicos, desprestigiado en lo internacional, crisis social, en seguridad, empleo, educación y en el corto plazo, en la economía.

No da pie con bola, porque no puede, carece de las capacidades para ello y como no reconoce en otros una mayor estatura, recurre a las tonterías, los escándalos, a la no aplicación de la ley, pero sí al recurso del chantaje de personas o sectores en bloque para mantener su agenda posesiva de poder.

Sabemos que lo peor que le podría suceder al mesías, es “un día sin López”, que nadie lo mencionara; se moriría, tomaría revanchas y acusaría a sus enemigos, a los conservadores de estar tras esa estrategia.

Pero no nos sumaríamos a ello, en este espacio seguiríamos, como desde hace más de 30 años, denunciando los excesos del poder. A la mejor esta vez no robos, pero sí violaciones permanentes al marco legal, especialmente en la disposición de los recursos públicos, los dineros del pueblo que hoy sirven para pagar ocurrencias, cajas de aplausos, incondicionales.

Sólo esperamos que con este presidente se demuestre la existencia de Dios, porque será un milagro que, al terminar su administración, México aún sea capaz de recuperarse de tanta estulticia.

¡Gracias señor Presidente!

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