• El Tlatoani pretende, con dinero público, comprar voluntad popular y mantenerse en el poder 

Miguel A. Rocha Valencia 

La urgencia del tlatoani tabasqueño de concentrar dinero, que en el fondo representa poder, se aceleró a raíz de las derrotas sufridas por Morena en Coahuila e Hidalgo, donde la gente prefirió al malo por conocido que al bueno que lo decepcionó. 

En todo caso se presentó el mismo fenómeno que llevó a López al poder: el repudio a un gobierno que traicionó las expectativas populares, mintió, es inoperante, ignorante, autoritario y que tiene al país peor de lo que hicieron los “otros” a pesar de sus corruptelas. 

Pero en vez de que esas señales lleven al profeta de Tepetitán a rectificar, prefiere ahondar en los errores y sólo sigue hundiéndose. La determinación de utilizar a sus lacayos del Congreso federal para extinguir en vez de corregir fallas en los fideicomisos, para concentrar en sus manos otros 68 mil millones de pesos, en vez de ayudarlo, lo van a perjudicar pues ahora el segmento de población afectado, ya está en su contra. 

Lo mismo pasó con los productores agrícolas cuando recortó en dos años, más de 25 mil millones de pesos en apoyos a cinco programas clave: Comercialización, Concurrencia con los estados (uno y uno) Fomento Agrícola, Ganadero y Pesquero, donde pequeños productores, muchos de ellos con ejidos fueron afectados. A cambio se decidió abrir “Sembrando Vida” que da dinero de manera directa por la plantación de árboles, pero no para estimular acciones productivas. 

En ese sector campesino donde están la mayor parte de los pobres, Morena también perdió adeptos. En ambos casos, labriegos y fideicomisos es que se elimina el apoyo a acciones organizadas que para el oráculo de Palacio Nacional son corruptas y se pasa a la entrega de dinero de manera personalizada, produzcan o no. El objetivo es dar el apoyo a las personas eliminando la organización y con ello la vigilancia en la efectividad de la inversión. 

Esto genera la discrecionalidad especialmente entre quienes se encargan de repartir los dineros, recursos que, por lo mismo, se vuelven inverificables en su entrega conforme a un padrón que maneja la misma autoridad que en muchos casos son los súper delegados. Se sabe que, en otro tipo de acciones, el efectivo no llega a los supuestos beneficiarios. 

De tal suerte que ante la discrecionalidad del reparto y la imposibilidad de saber si se entrega el dinero a destinatarios efectivos, se genera una mayor opacidad, aunque de acuerdo con los resultados, se sabe que la efectividad productiva de los recursos como en “Sembrando Vida” es negativa. 

Empero, el fondo no es mejorar en ninguno de los campos afectados sino acumular dinero en una sola bolsa para cumplir con la estrategia de entregar directamente los recursos que obviamente llevan la etiqueta del bienhechor.  

Igual sucederá cuando el Infonavit en vez de entregar viviendas, de dinero para la compra de terrenos y autoconstrucción, muchos de esos créditos no alcanzarán el objetivo de dotar de casa a los beneficiarios ni tampoco mejorar sus condiciones de vida, sino que quien lo recibe, sepa quién se lo dio. 

Desde antes de la pandemia, López sabía que el dinero fiscal tendería a disminuir, por eso los recortes, ahorros y el escamoteo de participaciones a los estados, pero vino la pandemia y profundizó el hoyo a tal grado que el nivel de déficit superó los 600 mil millones de pesos previstos.  

Ahora con la contingencia, además del incremento en la deuda por devaluación, préstamos previstos y el déficit, habrá menos dinero; ya no hay muchas fuentes de dónde sacar; se acabó el fondo de contingencias de 300 mil, las recolecciones extraordinarias por la vía del chantaje de impuestos atrasados y se asimilarán, este mismo año los 68 mil millones de los fideicomisos. 

Para el próximo año, el escenario se ve peor, porque ya no se esperan esos ingresos extraordinarios de impuestos; el IVA caerá aún más por un menor consumo y por eso ahora el techo de endeudamiento se prevé en caso 700 mil millones de pesos con los cuales se piensa rellenar el presupuesto de egresos que llegará a los seis billones 200 mil millones de pesos, que ni siquiera descuenta la inflación acumulada.  

Eso nos hace prever austeridad forzada, donde se considera un crecimiento del 4.6 y déficit fiscal del 2.29, es decir casi de 900 mil millones de pesos. Y eso en año electoral, no le conviene al profeta tabasqueño, razón por la cual echará mano de “su congreso” para ordeñar todo lo que se pueda de la administración pública federal, de la Hacienda para escamotear más a los estados y de la Unidad de Inteligencia y el SAT para corretear a causantes. 

O sea, andarán desesperados y en vez de arreglar las cosas, las van a empeorar.