- Preparémonos para aguantar daños económicos-financieros profundos
Miguel A. Rocha Valencia
Quienes sufrimos la crisis de 1994-95, no la olvidamos, algunos lo perdimos todo, nos endeudamos intentando salir adelante o sostener el nivel de vida con la esperanza de una recuperación cercana que no llegó en el corto plazo y para salir del hoyo, ya sin los bienes perdidos, fueron necesarios casi cinco años de esfuerzos tan sólo para pagar deudas.
Hubo muchos que no lo lograron, perdieron empleo, inmuebles, negocios, muebles, haberes personales como relojes, joyas y cavas. Algunos hasta remataron menajes de vivienda, cambiaron de escuela a sus hijos, sepultaron proyectos y otros hasta la vida.
También se generó una oleada de suicidios, divorcios (el amor se fue con el bienestar y el dinero) embargos, renegociaciones de deudas inmobiliarias de negocios y consumo mediante la invención de la UDIS. Las tasas de interés se fueron a los cielos y el peso se depreció a nivel de hacer impagables deudas en dólares.
A diferencia de la actual, precedida por seis trimestres de caídas permanentes, nadie sospechó en aquellos tiempos, tras años de estabilización y crecimiento hasta del 8 por ciento anual, pudiera presentarse una crisis como la que le estalló a Ernesto Zedillo al inicio de su gobierno. Era una economía sostenida por deuda, una ficción.
Hoy a diferencia de aquél entonces, llegó una pandemia que vino a profundizar, a multiplicar la crisis económica: la pandemia del SARS-CoV-2 y la ausencia de talento para el manejo de las situaciones financieras.
Aquella, con todo y los estragos causados por la crisis de los ochentas y que dieron lugar al Fobaproa, la economía se levantó en poco tiempo, aunque con los daños a millones de mexicanos y eso que había talento. Ahí el actual secretario de Hacienda hubiera alcanzado apenas un nivel de jefe de oficina.
En nuestros días además de ausencia de talento, existe una gran dosis de soberbia y sentimiento de revancha. Al tlatoani, no le importan los mexicanos, le interesa el país y el poder que puede tener sobre él, aunque para ello cause el mayor daño posible. Si no es así, por sus hechos pareciera que eso busca y propiciar que el mayor número de ciudadanos le deban a él la subsistencia, aunque sea a nivel de precariedad.
El caso es que, de acuerdo con los analistas, los efectos económicos de la crisis en curso durarán entre siete y 11 años, cuando al fin se puedan recuperar los niveles de PIB de antes de la administración de López Obrador, siempre y cuando se apliquen recetas con bases financieras y no populistas. Estamos en las peores manos con la peor crisis.
Pero para ello hace falta que quien las idee y las aplique, tenga talento y ese es un insumo muy escaso en el gabinete de López, cuya ignorancia en el tema es tan evidente que los inversionistas nacionales y extranjeros, le tienen miedo y desconfianza por sus decisiones unipersonales y mal informadas.
De ahí que independientemente de la crisis sanitaria, la recuperación económica se ve lejana, mucho, tanto que aun en estos días en que la pandemia ya cobró 45 mil muertos, no se aplican las mínimas acciones financieras para la recuperación.
“Cuando inició la pandemia no sabíamos cómo iba a ser el impacto del Covid-19. Ahora ya sabemos que el número de muertos e infectados ha venido en ascenso, que la contingencia se ha alargado (incluso se habla de que se puede extender hasta abril del 2021), que en Estados Unidos no se espera una recuperación en forma de V, sino en U; y que en México no hay una política fiscal contracíclica”, dice la analista Gabriela Siller.
Es decir que la crisis se pude alargar en medio de una política de “sálvese quien pueda” donde el gobierno incapaz, sólo atina a regalar dinero, chantajear a empresarios y adelgazar el gasto público.